Los primeros días de clase

Voy a rescatar uno de los artículos que escribí en mi anterior blog «irimi-tenkan.blogspot.com». En él, hablo de las sensaciones que se transmiten los primeros días de clase. Aquí os lo dejo.

Todos los practicantes de Aikido hemos pasado por ahí. Llegamos al dojo, con nuestro chándal, entramos y nos presentamos a los compañeros o, si ya estaba empezada la clase, esperamos en la puerta hasta que el Maestro nos invita a entrar.

Al comienzo de la clase, empiezan los estiramientos, desde la cabeza hasta los pies, lo cual no nos causa ningún problema pues, salvo los estiramientos de las manos y muñecas en los que puede confundirse al principio la posición de las manos para realizarlos, son fáciles de ejecutar.

Después, se efectúan los movimientos básicos de Aikido, donde nos empezamos a dar cuenta de nuestra falta de coordinación y postura. Y, casi siempre, nos tiene que decir nuestro Maestro o profesor, eso de “no pivotéis sobre los talones o las puntas de los pies, sino sobre toda la planta del pie”.

Una vez realizados dichos movimientos, empiezan las “volteretas” (los nombres técnicos, por supuesto, nos suenan a chino… o bueno, en este caso, a japonés). Si antes no hemos hecho ninguna actividad física (gimnasia) u otro arte marcial, nos quedamos un poco paralizados a la hora de realizarlas. Nos da miedo caer y, por tanto, en lugar de rodar como una pelota, caemos sobre nuestras sufridas espaldas como un enorme saco de patatas (damos, como suelo decir yo, un “costalazo”), quedando en el tatami como una tortuga boca arriba.

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En cuanto a las “volteretas” hacia atrás, por regla general, suelen dar menos miedo, probablemente porque no estás viendo hacia dónde vas a caer. Y cuando terminamos de hacerlas, tenemos dolores en hombros, espalda y cabeza, como si nos acabasen de apalear.

De repente, nos ponemos de rodillas y comenzamos a caminar. ¡Qué cosa más rara! Pero no es tan fácil como parece y, por supuesto, a la primera, pues eso, no sale.

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Al terminar de hacer (o intentar hacer) este ejercicio, acabamos con un dolor de rodillas que, junto a los dolores anteriores de espalda, hombros y cabeza, estamos, como se suele decir, “pa´l arrastre”. Y ahora es cuando comienza el entrenamiento de las técnicas de Aikido. ¿Todavía más? ¡Oh no!

El profesor o Maestro realiza una determinada técnica varias veces, tanto por el lado derecho como por el lado izquierdo y, después, nos toca hacerla a nosotros con un compañero. En ese momento, nos sentimos completamente desorientados, torpes en los movimientos, patosos y no nos acordamos de todos los pasos que hay que hacer. ¡Pero si parecía fácil! PUES NO. Nuestros compañeros más veteranos nos intentan ayudar para que dicha técnica nos salga, más o menos.

Esta primera fase es desconcertante para muchos principiantes que comienzan a practicar Aikido, ya que, además de las dificultades en la realización de las técnicas, posición del cuerpo, movimientos, nombres de las técnicas, etc., se suma la necesidad de querer obtener una explicación razonada del porqué de las técnicas, de por qué se realiza de una forma determinada o, lo más común: “nadie te va a agarrar así en la calle”, “yo te puedo contraatacar ahora”, y preguntas similares.

No hay que preocuparse, porque todo esto es completamente normal y nos ha pasado a todos. Sin embargo, hay que tener paciencia, confianza en el profesor y no intentar razonar cada movimiento o técnica que se realice, puesto que la única forma de entender correctamente el Aikido, es mediante la práctica constante de sus técnicas, así como su estudio, y, sólo de esta forma, se irán desvaneciendo poco a poco las dudas que nos “asaltaban” en nuestros inicios de este Arte Marcial. Por lo tanto, no hay que obsesionarse con entender el porqué se realiza una técnica así, qué aplicación real tiene ni los nombres japoneses de las técnicas. Todo se irá asimilando con el estudio y la práctica continuada y seria.

¡Mucho ánimo!

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